Sagrado corazón
¿llamar a un lugar hogar?
¿hogar de quiénes?
¿por cuánto tiempo?
¿todas somos una familia?
Pasillos estrechos, a veces oscuros, silencio y no es fácil sospechar que en este edificio de seis plantas viven 50 mujeres residentes. Que también ha sido una casa de acogida para mujeres e incluso una casa para niñas sin hogar y ahora una residencia universitaria de mujeres y también cinco madres religiosas. Sí, todas llamamos a este lugar hogar, nuestra casa. Aunque en un inicio parece difícil, a simple vista no podemos imaginar a niñas jugando por estos pasajes estrechos, incluso hay días que me parece que estoy sola aquí, pero hay relaciones que se establecen en este lugar, no importa lo frío o lo extraño que esto parezca. Constantemente hay cosas que no se descubiertas fácilmente, que solo el tiempo, nos hará descubrir la complicidad de todas.
Las relaciones extrañamente inician en la cocina y el comedor, en el calor reconfortante. Luego siguen en el elevador camino a la habitación. No importa la diferencia de edad, incluso de religión; sin embargo hay un ambiente estrecho entre las residentes y madres latinoamericanas, pocas europeas. Poco a poco se descubren espacios de complicidad, tiempos compartidos. Abundan las sillas por todos los lugares nos invitan a estar juntas. Incluso en la soledad hay un hogar.
En la portería regularmente aparecen mujeres a visitar el lugar, esas niñas que corrían en los pasillos regresan a ver su hogar y ver a quienes aguarda ahora, lo mismo otras que fueron estudiantes hace tiempo y vienen a saludar a las madres, sus madres. Una familia enorme de mujeres necesita un gran lugar para abrazarse.